sábado, 18 de abril de 2009

El jardín de la democracia

El paisaje político: narcisos, jacintos y amapolas.



Ante el pequeño surtidor de mi alma, en mañana turbia y destemplada, mis ojos fueron a dar con un pequeño prado donde, como otros años, la primavera habían extendido su arco iris de flores. Había vulgares margaritas, vinagretas, salvias; delicados lirios y violetas; hoscos cardos marianos y carlinas pero entre tanta variedad destacaban por el valle, la independiente amapola y ascendiendo por la falda de la montaña próxima, los vanidosos narcisos.
Aquel denso prado evocó en mi mente el mundo político donde se entremezclan las modestas margaritas cuya función es completar el paisaje con los desabridos cardos de torpes dichos y hechos; las imprescindibles amapolas de pétalos llamativos destinadas a brillar sólo un instante con los imperecederos jacintos; los vanidosos narcisos con las delicadas violetas.
Miro al cielo y el sol parece brillar algo más. Todo hace pensar que el buen tiempo se acerca. Cierro los ojos y sueño. Cuando los abro, el astro rey ha ahuyentando la turbiedad del ambiente; el viento descansa y las flores no se agitan. Ojeo el pequeño valle. El curso político está llegando a su fin y las prisas de las flores por el descanso canicular ha originando que gran parte del prado, antes de tiempo, se marchite.

No hay comentarios: