jueves, 20 de noviembre de 2008

Articulo/El Juez Garzón: el derecho a un entierro




Garzón, el Juez.

Surgió de la noche a la mañana como uno de esos ciclones tropicales. ¿Era un ciclope, un Hércules, un elegido…? No, era un juez. Un juez de de la Audiencia Nacional que con celo laboral comenzó a destacar por su animosidad e inagotable trabajo. Popularmente existía el dicho que si este juez intervenía la guardia civil se sentía con otro ánimo.
Fue duro contra el terrorismo, contra la droga y otros delitos. Su fama le dio puesto de honor en las listas de un partido y muchos eran los que pensaban que llegaría a ministro. Pero, tal vez los recelos a su poca domesticidad le llevaron a un papel secundario y a su salida de la política. No sabemos si para bien o para mal pues no hubo tiempo para opinar.
Se reincorporó como juez y siguió por el mismo sendero que había llevado en sus inicios. Su crédito siguió en ascenso y su indudable entereza quedó patente cuando solicitó al gobierno británico la extradición del dictador chileno Augusto Pinochet al que dio veinte días de plazo para que se personara en su juzgado de la Audiencia Nacional a fin de ser tenido como parte del procedimiento, notificarle las querellas formuladas contra su persona así como de otras cuestiones procesales . Naturalmente que el asunto trajo muchas reacciones, muchas polémicas, muchas gestiones, ralentizaciones administrativas, idas y venidas… Garzón hubo de enfrentarse a propios y extraños… Al final, nada.
De nuevo, gentes venidas de otros lugares, creyendo en la justicia, denuncian ante este magistrado casos graves de delictos realizados por dirigentes político-militares y nuestro juez, sin eludir su responsabilidad, acusa a los exgenerales Videla, Massera Galtieri y otros 95 militares más de terrorismo, genocidio y torturas pidiendo a la Interpol su busca y captura y sosteniendo que la Ley de Punto Final dada por el gobierno de aquel país es contraria a los tratados internacionales.
¡Punto Final!... ¿De qué? y, ¿para quién?. ¿Para los que han delinquido?. ¿Para los delitos?. ¿Puede darse final, por ley, al dolor físico y moral de las víctimas?. En qué mundo hay que estar para pensar que una madre pueda dejar de sufrir el asesinato o la ausencia de su hijo, de su esposo, de su padre… ¡Quién no conoce las barbaridades acaecidas en aquel país!. ¡ Quién no sabe de los métodos empleados para acallar a sus gentes!. Todos sabemos de las sesiones en las que se aplicaban electrodos en los genitales y en otras partes sensibles del cuerpo, cuando la persona está mojada, desnuda y tumbada sobre una cama o plancha metálica; de colgar a sus víctimas en la pared o atarlos a las camas mientras se les tortura; de golpearlos sistemáticamente; de aplicarles el submarino seco (introducirles la cabeza en una bolsa de plástico vacía hasta que sienten sensación de angustia, aflojar y volver a apretar de nuevo) y el submarino húmedo (lo mismo que lo anterior, pero con la bolsa llena de algún líquido), de simulacros de fusilamientos cuando están con la cabeza tapada.... Un Infierno donde llamaba menos la atención la muerte que la forma en que se moría; menos la pérdida de un recién nacido o de niños de pocos meses que el rapto por encargo que se realizaba con ellos. ¡Quien no acompañaba en su dolor aquellas madres reivindicadoras de sus hijos y nietos!. De nuevo las reacciones, la polémica, las competencias…Garzón hubo de enfrentarse a propios y extraños. Al final nada.
Hoy de nuevo nuestro juez vuelve a asumir un tema candente, esta vez consiste en llevar adelante la reparación de justicia a víctimas del franquismo cuyos derechos han estado olvidados por largo tiempo. Otra vez el juez en la picota; otra vez el juez sin amedrentarse coge el toro por los cuernos y marcha hacia delante.
Se lleva mucho tiempo en este país cerrando los ojos sin querer ver lo que está ahí y que no va a dejar de estar por muchas vueltas que se le quiera dar. Me refiero a nuestro reciente pasado. Estamos en la segunda generación y eso es poco tiempo para olvidar. Se necesitarán al menos otra generación más para que las cosas empiecen a cicatrizar. La llamada "memoria histórica" no es sino la simple memoria de unos dramas que nunca debieron ocurrir y que constituyen nuestro pecado nacional. Un pecado que como el original, por mucho tiempo que transcurra, siguirá estando entre nosotros por secula seculorum. No en balde es parte de nuestra historia. Entre nosotros hay quienes quieren olvidar pero también hay quienes no pueden olvidar. Es ta es la cuestión. Y, en honor a la verdad, hay que decir que si hasta ahora (a 34 años de la extinción de la dictadura) estos temas del pasado reciente, siempre preñados de susceptibilidades, se han ido evitando ha sido en menoscabo de la verdad, la justicia y de reparar los daños (físicos y morales) causados a las víctimas. Hay que asumir nuestro pasado como hemos de asumir nuestro aspecto físico.
La comunidad internacional condena a los Estados que buscan en el olvido el incumplimiento de su deber para con las victimas de crímenes especialmente ultrajantes con lo que, además de equivocarse, no reparan el daño. Pues bien, en nuestro país hubo muchas detenciones, juicios, encarcelamientos y fusilamientos ilegales sin que hasta el momento se hayan aclarado; tampoco se sabe el destino de muchas de las víctimas, ni de la ubicación de sus restos y que sus familias, en derecho, requieren. Estas familias en su día fueron privados de la información necesaria, de la justicia que les asistía y de la reparación que les pertenecía y que ahora, en un Estado democrático y de derecho, exigen. La democracia no puede utilizarse sólo para ciertas conveniencias político-económicas (ingreso en la Unión Europea, en la OTAN, etc.), la democracia ha de extenderse a todos los campos y sobre todo al que se hace referencia a los derechos humanos.
Ahora, al encargarse nuestro juez, de llevar adelante la investigación de los crímenes de la Guerra Civil y la dictadura de Franco, muchos se sintieron por fin considerados como iguales, con los mismos derechos que se les había dado a las víctimas de las otra parte. Había fe en este juez de los imposibles. Por fin se abrirían fosas, se reconocerían las víctimas, se depositaría sus restos en lugares adecuados, junto a sus familiares ya fallecidos y se restituiría la dignidad a las familias. Nada del otro mundo, restituir simplemente a los muertos y a sus familias, sus derechos.
Pero, como siempre, nuestro juez ha tenido que enfrentarse a los de dentro y los de fuera...Bueno, en esta vez, sólo con los de dentro. Al final, nada.
Como suele ocurrir con aquellos que se singularizan, las opiniones sobre nuestro juez son muchas y variadas: qué si un quijote, un divo, un supermán, un loco, un extravagante… Lo que no cabe duda es que muchas víctimas de causas perdidas, con él, a veces, han llegado a tener esperanzas en la justicia. Otros, yendo más lejos, en algunas de sus actuaciones atisbaron la puesta en práctica de una justicia universal. Una justicia que, al igual que el capitalismo moderno, se globalizara. Pero, claro, la justicia no es “capital”. Por otro lado luchar continuamente cansa y nuestro juez, me da la sensación, se está cansando o, lo que es peor, desengañando. ¿Fracaso?. ¡No!. Cada vez que nuestro juez se ha señalado en algún caso especial, siempre ha significado un paso adelante y una nueva línea de la que partir la próxima vez. Así es como el mundo, cuando no desea violencia, avanza.
Gracias a este juez algunos hemos aprendido nuevas cosas. Por ejemplo que, y no era de conocimiento general, aquí, en aquel entonces, se hubieran requisado niños para entregarlos a matrimonios estériles afectos al régimen. El daño originado a estos niños y a sus familias es irreparable. A los primeros les han robado uno de los patrimonios más importantes que se pueden tener: la identidad genética y a sus padres: el derecho a sus hijos.
El amago progresista empleado con Pinochet levantó ampollas. Fue lo justo para poner a la defensiva a poderes facticos universales. Estos, han de pagarse mutuamente favores y, la globalización de la justicia, no sólo sería un estorbo para sus "actividades" sino una amenaza constante para sus personas. La Justicia universal encierra algo más que la simple teoría como ocurre con los derechos universales del hombre. Nada más hay que echar una ojeada a nuestro entorno por no irnos al tercer mundo. La globalización de la justicia exigiría, día a día, su puesta en práctica y, conllevaría, respuestas claras y contundentes en todo lugar, cargo, situación y estamento social y eso, es como poner puertas al campo. !Casi "na"!.

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