sábado, 29 de noviembre de 2008

Poesía. Derecho de abuelo.




Amor lejano.

Dejé que la corriente me llevara
y mi alma me regaló tres hijos;
hoy, con tu presencia,
mí espíritu se esparce al infinito.

Fue tan etérea tu llegada
tan sin pasos y sin ruidos
que cuando quise enterarme
mis brazos hacían de nido.

Tus latidos fetales no me llegaron
tampoco los antojos primitivos.
No pude percibir como navegabas
por aquel océano salino.

No holgué de señuelos prenatales:
halagos del pediatra, ropas de niño.
Nada oí, nada vi pero, aquí dentro,
en mi alma, tu imagen tenía su sitio.

Enterado hoy, que gateas por los pasillos,
reclamo, con el más puro de los egoísmos,
el derecho a disfrutar de tus juegos
y de sentir en mi cara, el roce de tus deditos

Sixto Pérez

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