miércoles, 5 de noviembre de 2008

Artículo/ Crisis económica: el otoño de los privilegiados

(La crisis económica).

Con el otoño suelen venir fuertes vientos portadores de tormentas. Las lluvias, a veces torrenciales, arrastran lo que encuentran a su paso; los sucios cauces de los pequeños ríos realizan su brusca limpieza llevando a las playas sus constantes parásitos: cañas, troncos secos, electrodomésticos averiados, plásticos y muchísima hojarasca mientras, en los paseos, los árboles quedan desnudos ante las miradas de los transeúntes.

La fiesta alguna vez había de acabar y acabó en otoño. La bonanza había sido tan generosa y tan larga que quien no se había pasado con la bebida. Pero el otoño acabó con la fiesta y los afortunados participantes tornaron a sus casas viendo como todo se movía a sus pies, como todo a su alrededor daba vueltas, como le fallaba el suelo que pisaban y como el mundo se les venía encima.

La resaca de los que no supieron comportarse y tomaron de más, hizo su aparición: dolor de cabeza, mal cuerpo y deslavazamiento corporal… Como conejos las madrigueras, buscaron los beodos su cama y en ella, las atenciones pertinentes: oscuridad, paños frescos, café cargado y amargo...

Mientras, en el lugar de la fiesta, el servicio ordena el caos: coloca el mobiliario, limpia el champán derramado, recoge los cristales rotos, barre de confetis y serpentinas el suelo y friega los servicios llenos de vomiteras irrefrenables, meadas desviadas y otras necesidades…

Con el otoño suelen venir fuertes vientos portadores de tormentas. Las lluvias, a veces torrenciales, arrastran lo que encuentran a su paso; los sucios cauces de los pequeños ríos realizan su brusca limpieza llevando a las playas sus constantes parásitos: cañas, troncos secos, electrodomésticos averiados, plásticos y muchísima hojarasca mientras, en los paseos, los árboles quedan desnudos ante las miradas de los transeúntes.

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